Recuerdo que al llegar ni me miraste, fui solo uno más de cientos y, sin embargo, fueron tuyos los primeros voleteos.
Cómo no pude darme cuenta que hay ascensores prohibidos, que hay pecados compartidos, y que tú estabas tan cerca.
Mis anclajes no pararon tus instintos, ni los tuyos, mis quejidos. Y dejo correr mis tuercas que dormidos me retuerzan.
Quiero que no dejes de estrujarme sin que yo te diga nada. Que tus yemas sean lagañas enganchadas a mis vértices.
No sé que acabó sucediendo, sólo sentí dentro dardos. Nuestra incómoda postura se dilató en el espacio. Se me hunde el dolor en el costado, se me nublan los recodos, tengo sed y estoy tragando, no quiero no estar a tu lado.
Me disfrazo de ti. Te disfrazas de mí. Y jugamos a ser humanos en esta habitación gris. Muerdo el agua por ti. Te deslizas por mí. Y jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir.
Finjo que no sé, y que no has sabido.
Finjo que no me gusta estar contigo…